Bienvenidos al DOCAT
CATECISMO de la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Esquema básico para reuniones en GRUPOS DE ESTUDIO
¡Queridos
jóvenes!
Mi predecesor, el papa Benedicto XVI, puso en manos de ustedes un Catecismo para Jóvenes, el YOUCAT. Yo quisiera hacerles hoy entrega de un nuevo Catecismo, el DOCAT, que recoge la Doctrina Social de la Iglesia. En el título se encuentra la palabra inglesa «to do», hacer.
El
DOCAT quisiera responder a la pregunta «¿qué hacer?». Por eso
está diseñado como un manual
de instrucciones que, poniendo en práctica el Evangelio, nos ayuda a
transformarnos primero a nosotros mismos, después nuestro entorno
más cercano, y, finalmente, todo el mundo. Pues
con la fuerza del Evangelio podemos transformar de verdad el mundo.
Jesús
dice: «Les aseguro que todo lo que hayan hecho en favor del más
pequeño de mis hermanos a mí me lo han hecho».
Son muchos los santos que han quedado profundamente marcados por este
pasaje de la Biblia. Por él san Francisco de Asís cambió toda su
vida. Por esta palabra se convirtió la Madre Teresa. Y Carlos de
Foucauld declara: «No hay en el Evangelio ninguna palabra que me
haya influido tanto y haya transformado tan profundamente mi vida que
esta: "Todo lo que hayan hecho en favor del más pequeño de mis
hermanos, a mí me lo han hecho". Cuando pienso que estas palabras
salieron de la boca de Jesús, la Palabra eterna de Dios, de la boca
que dice: "Esto es mi cuerpo... esta es mi sangre", con qué
fuerza me siento llamado a buscar y amar a Jesús en estos pequeños,
en estos últimos».
¡Queridos jóvenes amigos! Solo
la conversión del corazón puede hacer más humana nuestra Tierra,
tan llena de terror y de violencia. Y
esto implica paciencia, justicia, prudencia, diálogo, integridad,
solidaridad con las víctimas, con los pobres y con los más pobres,
entrega sin límites, amor a los demás incluso hasta dando la vida
por ellos. Cuando ustedes hayan entendido esto en toda su
profundidad, entonces podrán transformar el mundo como cristianas y
cristianos comprometidos.
El mundo, con todo lo que está pasando, no puede seguir así. ¡El
cristiano que en este momento no vea la necesidad de los más pobres
de los pobres, no es realmente cristiano!
¿No podemos hacer algo más para que esta Revolución del amor y
de la justicia se haga realidad en muchas partes de este maltratado
planeta?
¡La Doctrina Social de la Iglesia puede ayudar a muchas
personas! Bajo la acreditada orientación de los cardenales Christoph
Schönborn y Reinhard Marx, un equipo ha llevado a cabo su trabajo
para acercar a todos los jóvenes del mundo el mensaje liberador de
la Doctrina Social Católica. Jóvenes católicos de todo el mundo
han han aconsejado a la hora de redactar el texto y han contribuido
con sus preguntas y sugerencias a hacerlo más comprensible. La
Doctrina Social llama a esto «participación»: ¡colaboración! De
esta manera, el equipo ha aplicado ya un importante principio de la
Doctrina Social. Por eso el DOCAT se ha convertido en un excelente
manual para actuar de forma cristiana.
Lo que hoy llamamos Doctrina Social Católica surgió en el siglo
XIX.
Con la industrialización se propagó un capitalismo brutal: una
forma de economía destructiva para el ser humano. Las grandes
industrias sin conciencia lograron que la población rural
empobrecida trabajara por un sueldo de miseria en las minas o en las
fábricas cubiertas de hollín. Los niños dejaron de ver la luz del
día. Fueron enviados bajo tierra como esclavos para sacar
los carros cargados de carbón.
Los cristianos ayudaron mucho en esta
situación de necesidad, pero se dieron cuenta de que no era
suficiente. Por eso desarrollaron ideas sociales y políticas para
proceder contra la injusticia.
El documento constitucional
de la Doctrina Social Católica es la encíclica Rerum novarum, que,
sobre los nuevos problemas sociales, promulgó el papa León
XIII en 1891.
El Papa escribió con claridad y contundencia: «Y defraudar a
alguien en el salario debido es un crimen, que llama a voces las iras
vengadoras del cielo».
La Iglesia recurrió a toda su autoridad para
luchar por los derechos de los trabajadores. A medida que las
necesidades de los tiempos lo iban requiriendo, la Doctrina Social
Católica se ha ido enriqueciendo y perfeccionando con el paso de los
años. Mucho se ha discutido sobre comunidad, justicia, paz y bien
común. Se han descubierto los principios de la persona, de la
solidaridad y de la subsidiaridad, que también explica el DOCAT.
Pero en verdad la Doctrina Social no procede de este o de aquel Papa,
de este o de aquel experto, sino del corazón del Evangelio. Procede
de Jesús . Jesús
es la doctrina social de Dios.
«Esa economía mata», he dicho en mi exhortación apostólica
Evangelii gaudium, pues
también hoy existe «la economía de la exclusión y la inequidad».
Hay países en los que el cuarenta o el cincuenta por ciento
de los jóvenes no tienen trabajo. En muchas sociedades se desecha a
los ancianos porque al parecer no tienen ningún «valor» y no son
ya «productivos». Se despueblan regiones enteras, porque los pobres
de la tierra huyen hacia los barrios de chabolas de las metrópolis
con la esperanza de encontrar algo allí para sobrevivir. La lógica
productiva de una economía globalizada ha destruido las sencillas
estructuras económicas y agrarias de sus regiones de origen.
Mientras tanto, un
1% de la población mundial posee el 40% de la riqueza mundial, y el
10% posee el 85%. Por otra parte, a la mitad de la población mundial
solo le pertenece ya el 1% de este mundo. Actualmente, 1 400
millones de personas viven con menos de un euro al día.
Cuando los invito a todos a conocer de verdad la Doctrina Social
de la Iglesia, no sueño solo con grupos que se sientan bajo los
árboles para discutir sobre ella. No está mal. Háganlo. Pero mi
sueño es más ambicioso:
deseo un millón de jóvenes cristianos, o, mejor, toda una
generación que sea para sus contemporáneos «la Doctrina Social con
pies».
Solamente transformarán el mundo quienes con Jesús se entreguen a
él, los que con él vayan a las periferias y se adentren en la
sociedad. Comprométanse
en política y luchen por la justicia y la dignidad humana, y
sobre todo por los más pobres. Todos ustedes son la Iglesia.
Preocúpense
por la conversión de la Iglesia, para que esté viva,
para que se deje desafiar por los gritos de las personas privadas de
sus derechos, por las súplicas de quienes pasan necesidad y de
aquellos a quienes nadie cuida. Pónganse
en movimiento.
Si muchos hacen esto mismo, el mundo será mejor y los seres humanos
experimentarán que el Espíritu de Dios actúa mediante ustedes. Y
así ustedes serán como antorchas que iluminarán a los seres
humanos en el camino hacia Dios.
Hoy
les entrego este pequeño y gran libro para que encienda en ustedes
un fuego.
Yo rezo todos los días por ustedes. ¡Recen ustedes también por
mí!